I
La edición de Drama (1980), el
décimo disco de estudio de la emblemática banda de rock progresivo
Yes, fue la demostración cabal de que su fans podían tolerar sin
problema continuos cambios en la formación, pero no se podía
prescindir de la voz característica y angelical de Jon Anderson. Su
reemplazo por Trevor Horn fue el punto débil de un disco que fue
valorado con el tiempo pero que en su momento no tuvo mucha
repercusión. Todos entendían, incluso los propios integrantes de la
banda, que su tiempo había terminado, como parecía terminar el
tiempo de todo el rock sinfónico. Sin embargo, la década del 80 les
traería la oportunidad de una resurrección inesperada.
El bajista Chris Squire, único miembro
que participó de todas las formaciones de Yes, estaba fascinado por
el sonido de la guitarra del músico australiano Trevor Rabin, que
poseía la rara y difícil cualidad de tener gran técnica y pulso
rockero al mismo tiempo. Lo contactaron junto al baterista Alan White
y le propusieron grabar algo juntos. Les faltaba un tecladista:
Squire contactó a Tony Kate, quien había formado parte de Yes en
sus comienzos. Casi sin darse cuenta ya tenían un banda muy sólida
que congenió en forma rápida, a la que llamaron Cinema.
Rabin tenía unos muy interesantes demos que se propusieron trabajar
en el estudio. Las cosas comenzaron a fluir, los temas tenían fuerza
y simpleza, les quedaba solucionar el tema de la voz principal.
A Chris Squire, que comenzaba a tomarse
el proyecto en forma cada vez más comprometida, se le ocurrió la
temeraria idea de contactar a Jon Anderson, con quien no se hablaba
desde hacía tiempo. Tras escuchar los demos y proponer algunos
cambios estéticos y en las letras, decidió aceptar. Si Anderson
estaba a bordo, si varios de los músicos participantes habían
pasado por su historia, si la mística grupal reaparecía en el
estudio, casi sin darse cuenta Yes estaba de vuelta. Faltaba ver como
se reconvertiría para encajar en los 80 con la misma calidad con
que se había convertido en una banda de culto.
II
El tratamiento del sonido y la
producción de los temas grabados eran extraordinarios y aún hoy,
tantos años despúes, suenan vigentes. Chris Squire (bajo), Trevor
Rabin (guitarra) y Alan White (batería) formaron una base muy
sólida, Tony Kate (teclados) tuvo que adaptarse a usar
sintetizadores y Jon Anderson (voz) le daba su toque inconfundible en
las letras y en la voz principal, que a veces le dejaba el lugar al
mismo Rabin para que se luciera cantando. Era pop, sin dudas, pero
con un sonido grandioso, y complejas estructuras y cambios de ritmo.
Todo sonaba muy moderno, pero sobraba la calidad y había, como en
todos los músicos progresivos, ambición y suficiencia en varios
pasajes. El disco, editado en 1983, no tenía nombre elegido, por lo
que decidieron titularlo con el número de catálogo que iba tener el
vinilo en los registros de la compañía grabadora Atco: 90125.
El éxito fue inmediato y superó cualquier previsión: fue el disco
de Yes más vendido de su historia, les brindó su primer número uno
en EEUU y fue acompañado por una gigante gira mundial. Casi sin
proponérselo, Yes estaba tocando la cumbre de su popularidad.
El simple Owner of a Lonely Heart
fue un éxito mundial y su video promocional tuvo gran repercusión.
El tema lo tenía todo: gran sonido y producción, buen letra,
efectos sonoros, gran solo de guitarra, buenos coros. Se escuchó por
mucho tiempo en todos lados. Pero 90125 no se agotaba en ese
hit enorme, tenía grandes temas. Hold On, It can Happen, Changes,
Our Song, City of Love. Otro gran corte que tuvo mucha difución
fue Leave It, con una gran labor en los arreglos y una
trabajada armonización vocal. El disco tenía también un
instrumental al que titularon Cinema, en homenaje a la génesis
del proyecto que llevaba ese nombre.
90125 no parece haber
envejecido. A pesar de que algunos fanáticos en su momento
repudiaron su giro estético hacia el pop, el disco es una muestra de
calidad y puede escucharse todavía hoy como si no hubieran pasado
los años. Quizás sea ese el sello de los grandes discos.