miércoles, 22 de abril de 2020

Vinilo XX - Works Volumen 1 – Emerson, Lake & Palmer (1977)


I

Cuando se repasa la era de oro de los grupos de rock sinfónico (desde fines de los 60 hasta mediados de los 70), los críticos más acérrimos del movimiento no dudan en señalar a Emerson, Lake & Palmer como el ejemplo más claro de la desmesura, la megalomanía y la autorreferencia que los había envuelto a muchos de ellos. El trío venía de editar un álbum triple en directo: Welcome Back my Friends to the Show that Never Ends (1974) y se había tomado un tiempo para descansar de las extensas giras y el éxito arrollador de sus discos anteriores y replantearse cómo seguir. Muchos pensaron que quizás estaban cansados de la grandilocuencia. Se equivocaron por mucho. Keith Emerson (teclados y sintetizadores), Greg Lake (bajo, guitarras y voz) y Carl Palmer (batería y percusión) decidieron grabar a partir de 1976 un ábum doble que les permitiera mostar todas sus dotas compositivas en grabaciones solistas. Para eso destinaron un lado completo por vinilo para cada uno de ellos, dejando el restante para las grabaciones como trío. El disco, editado en marzo de 1977, volvió a posicionarlos como grupo exitoso, a pesar de la complejidad de la música que querían mostrar y de que el sinfonismo parecía amenazado de muerte por movimientos como el punk, la new wave y la música disco.

II

En la práctica, el trío ya había dejado de ser un grupo, por lo que el modus operandi de esta nueva grabación fue una bendición para la armonía de la banda. Era como si cada uno de ellos grabara un disco solista. Keith Emerson ocupó todo el primer lado con un concierto para piano con tres movimientos, una trabajo de largo alcance que el tecladista quería que fuera atemporal y pudiera ser tocado en el futuro por cualquier músico clásico. La obra, que fue titulada Piano Concerto No. 1, contó con la participación de la Orquesta Filármonica de Londres y Emerson la tocó íntegra en un piano de cola Steinway. El tercer movimiento, Toccata con fuoco, fue el más famoso y el que eligieron para tocar en vivo. Lidiar con músicos de formación clásica le trajo muchos dolores de cabeza al autor, aunque finalmente, tras largos meses, logró concluir su obra soñada.
El lado dos fue ocupado por Greg Lake con un conjunto de cinco baladas acústicas coescritas con el poeta inglés Peter Sinfield, quien había trabado en los primeros discos de King Crimson, una de las vacas sagradas del rock progresivo. C'est la Vie, una bella melodía que homenajeaba a la canción francesa, fue la que tuvo mayor difusión. En el lado tres, el baterista Carl Palmer se dió todos los gustos: también agregó acompañamiento orquestal e incluyó, entre otras cosas, dos arreglos de piezas clásicas de Johann Sebastian Bach y Sergei Prokofiev.
El lado cuatro, final del doble álbum, volvían a reinventarse como el gran power trío sinfónico que eran, grabando juntos la pieza moderna Fanfare for the Common man de Aaron Copland, tocada a puro rock, y Pirates, escrita por los tres, y que contó con el acompañamiento de la Ópera Nacional de París. En ambas piezas Emerson se da panzadas con el sintetizador. Los muchachos no se andaban con chiquitas y no les sobraba la modestia.

III

El disco, que derrochaba pretenciosidad, no fue bien recibido por la crítica, que empezaba a burlarse de ellos. No se amilanaron, y a pesar de que el éxito no los acompañaba de la misma manera, decidieron emprender una gira grandiosa que los llevó por Europa, EEUU y Canadá entre el 77 y el 78. En los primeros shows se hcicieron acompañar por una orquesta sinfónica; los altos costos operativos y los problemas acústicos que generaba tocar en grandes estadios, los obligaron a suprimirla. Posteriormente editarían Works Volumen 2, con material sobrante, y un disco en vivo, Works Live, que tuvo muy buenas ventas y tomaba los mejores registros de esa gira. El rock sinfónico, como se lo llama por entonces, empezaba a mostrar claros signos de agotamiento. Emerson, Lake & Palmer mostraba que en este doble disco monstruoso todo lo bueno y malo de su exitosa carrera: suprema calidad impregnada de megalomanía. El tiempo se les empezaba a agotar.



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