I
Debe haber sido muy difícil ser un ex beatle inmediatamente después de la
separación de los fabulosos cuatro. Con John Lennon a full en su relación con
Yoko Ono, con George Harrison liberado artísticamente y componiendo algunas de
sus mejores canciones, con Ringo Starr viviendo una vida de dandy despreocupado, quizás haya sido
Paul McCartney quien llevara la parte más pesada de la cruz. Paul fue el
primero en anunciar la definitiva separación de The Beatles y el primero en
grabar un álbum solista, titulado simplemente McCartney (1970), de carácter minimalista, como si quisiera
expresarse en voz muy baja tras los ruidos estruendosos que acompañaron el fin
de la banda de rock más grande de todos los tiempos. El éxito comercial fue
inmediato; sin embargo, la crítica fue
un tanto reticente. Casi en forma inmediata y acompañado de su esposa Linda
Eastman (fotógrafa profesional, fue la primera mujer en ser autora de la portada
de la revista Rolling Stones), grabó otro disco de temática similar, Ram (1971), en donde Paul toca casi todos los instrumentos. Obsesionado con
ser reconocido como en sus mejores épocas con The Beatles, McCartney decidió
formar una banda, a la que llamó Wings,
y en donde además de su esposa Linda, lo acompañaban grandes músicos como el
guitarrista Danny Laine y el baterista Denny Seiwell. Sus más grandes
composiciones habían salido a la luz en la tensión creativa que los Beatles
conservaron hasta último momento, quizás la falta de ese amparo haya servido
para movilizarlo a formar una banda. Con ellos graba Wild life (1971) y Red rose
speedway (1973); esta vez el éxito comercial y la buena crítica se unían
para alabar a unos los músicos fundamentales de siglo XX. Paul McCartney volvía
a sonreír.
II
Motivado por la repercusión de Wings, McCartney
decidió volver a componer en forma rápida, pero aburrido de la monótona forma
de grabar de Londres, decidió buscar algún lugar distante para viajar y
registrar sus nuevos temas. Le pidió a su compañía discográfica, EMI, que le
pasara un listado de todos los lugares en el mundo donde tuviera estudios de
grabación propios. Multinacional al fin, EMI tenía filiales en los lugares más
remotos. En algún momento se barajó a Buenos Aires, que tenía los mejores
técnicos y estudios de Latinoamérica, pero Paul se decidió por el más exótico:
Lagos, en Nigeria. Nadie podía creerlo, ni sus propios músicos. McCartney no se
amilanó ante ningún obstáculo, ni los trámites, ni las vacunas que todos
debieron darse, ni las advertencias de una situación social complicada lo
detuvieron. Sin embargo, a pocas horas de partir, varios de los músicos que lo
acompañaban se arrepintieron, por lo que sólo viajaron Paul, su esposa Linda,
el guitarrista Denny Laine y el histórico ingeniero de grabación de The Beatles,
Geoff Emerick. Llegados a destino, las cosas ya no serían tan románticas como
las pensó Paul.
III
McCartney alquiló una casa cerca del aeropuerto y un
poco distante del estudio de grabación que estaba bastante lejos de tener las
mejores condiciones. Parecía semiabandonado, sucio, desarreglado, con una de
las dos consolas de grabación que tenía en mal estado. Emerick usó todos sus
trucos para dejarla en condiciones; pero
claro, todos venían de grabar durante años en Abbey Road, las diferencias saltaban a los ojos. Las dificultades
comenzaron a acumularse unas tras otras. Las grabaciones se hacían de día,
entre la mañana temprano y la tarde, nadie quería moverse de noche en una
ciudad signada por la violencia y la represión de una feroz dictadura. El calor
se hacía insoportable, tanto, que en una de esas mañanas Paul se desmayó, no
reaccionaba y debió ser internado. El clima y el consumo excesivo de
cigarrillos le habían provocado una trombosis que pudo controlarse. Superado el
trance y de vuelta a las grabaciones, una grupo de músicos locales se manifestó
frente al estudio porque consideraban que los músicos ingleses venían a robarle
sus raíces culturales. Hábil relacionista público, nuestro héroe habló horas
para congraciarse con los manifestantes. Logró el éxito con creces, terminó
zapando con varios de ellos en el estudio. Una noche sufrió el robo de varias
de las bases que había llevado pregrabadas de Londres. Casi encaprichado,
dispuesto a no admitir un fracaso, Paul grabó nuevamente todo tocando todos los
instrumentos. Una hazaña musical en las peores condiciones posibles.
IV
Contra el calor, las dificultades técnicas, la
regrabación de las pistas, la hostilidad del entorno y su propia salud,
McCartney y compañía terminaron la grabación. Festejaron con una gran comida en
la playa y emprendieron el retorno a Londres. En el estudio de George Martin se
hicieron los últimos retoques y sobregrabaciones y terminaron el trabajo. Una
vez publicado, el éxito y el reconocimiento fueron unánimes: por gran
diferencia todos afirmaban que se trataba del mejor trabajo del ex beatle, a la
altura de sus mejores composiciones. El disco tiene un sonido crudo y muy claro
y está repleto de grandes líneas melódicas y una gran inspiración en las
letras. La suite que le da nombre al disco es una las grandes creaciones de
McCartney; “Band on the run” tiene
varios fragmentos pegados de bellas melodías y pulso rockero, un master class de música contemporánea
eterna, a la altura de los mejor de su extenso repertorio. Lo acompañan otros
temas que se convertirían en clásicos: “Jet”,
“Let me roll it”, “Mrs Vandebilt”, “Nineteen hundred and
eigthy-five”, entre otros. Paul estaba tan satisfecho con el resultado que
se decidió a volver a tocar en grandes lugares, reversionando algunos de los
clásicos de The Beatles, algo que había evitado por mucho tiempo. Por fin, se
sentía seguro de lo que era capaz de hacer en solitario. La tapa fue otro
hallazgo y se convirtió en el tiempo en icónica. La fotografía que la ilustra
muestra a McCartney y los otros Wings más un conjunto de celebridades sorprendidos contra un paredón por un
reflector de la policía. Entre esos famosos estaban los actores Michael
Parkinson y Christopher Lee, este último célebre por sus papeles interpretando
a Drácula, Clemed Freud, parlamentario británico y nieto de Sigmund, y John
Conteh, boxeador de Liverpool, que un tiempo después sería campeón mundial, entre
otros.
V
El éxito comercial fue enorme y
Paul McCartney volvía a posicionarse como el gran compositor popular del siglo
XX. Band on the run se convertiría
con los años en un clásico perenne, resistente a las modas, los años, los sistemas
de grabación, el mito de su autor y a la altura casi inalcanzable que The
Beatles habían desarrollado la década anterior. La aventura loca de una
grabación en Nigeria en 1973, al principio romántica, luego azarosa, al final casi muy
peligrosa, paría un disco brillante y eterno. Un nuevo legado del gran Paul
McCartney.
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