Cuando hoy
en día hablamos de Serú Girán nos
referimos a una banda clásica que trascendió generaciones y gustos musicales,
transformando sus canciones y sus discos en éxitos incorporados definitivamente
al ADN de eso que llamamos rock nacional. Sin embargo, no todo fue tan fácil al
principio. Su primer disco, editado en 1978, fue recibido fríamente por la
crítica y con indiferencia y hasta hostilidad por el público. Charly García, David Lebón, Oscar Moro y un jovencísimo Pedro Aznar, habían logrado un combo de poesía, precisión
instrumental y armonización vocal inéditos, que no encajaban con el momento
histórico, el más negro y tenebroso de la historia argentina. Tras la edición
de La grasa de las capitales el genio
de Charly vuelve a orientar la antena de su poesía hacia la sociedad y las
cosas comenzaron lentamente a encaminarse. Artistas y público habían logrado
enlazar sintonías.
Con la
edición de Bicicleta en 1980 el
esplendor artístico de Serú Girán brilló como nunca en un disco que es casi unánimemente
considerado como el mejor de la banda. Charly destella como letrista y músico y
el resto da lo mejor de sí para dejar un testimonio sonoro único e irrepetible.
La placa abre con A los jóvenes de ayer,
suite con aires tangueros y progresivos, de excelencia melódica y ambiciosa
confección donde cada uno de los músicos
se luce en forma espléndida. En Cuanto
tiempo más llevará la dupla compositora García-Lebón nos deja una pieza
clásica. Pedro Aznar tiene su momento solista en Luna de marzo, anticipo
de lo que este brutal bajista podía dar y una muestra de todas las inquietudes musicales
que todavía tenía por explorar. El cuarteto brilla con Encuentro con el diablo, clásico de clásicos, en donde los cuatro
héroes se muestran insuperables. Los tipos estaban componiendo páginas
indelebles y clásicas de la música popular argentina.
Pero es el
gran Charly García el que deja en el disco una marca eterna, una huella
profunda, una poesía y una composición y ejecución brillantes en dos de las
gemas más valiosas de su prolífica producción. En Canción de Alicia en el país cuenta como nadie qué es lo que pasa
en una Argentina salpicada de sangre, con una letra en donde combina en dosis
exactas metáforas oscuras (“…un río de
cabezas aplastadas por el mismo pie / juegan criquet bajo la luna...”) con
líneas del más crudo realismo (“…no
tendrás poder, ni abogados, ni testigos…”). En Desarma y sangra, nos deslumbra y emociona con una lección de piano
y poesía que ningún músico popular argentino pudo igualar jamás. La obra de un
genio inigualable en estado de gracia. Serú
plantaba un mojón altísimo de calidad, poesía y un profesionalismo escénico que
sólo sería alcanzado años más tarde por bandas como Soda Stéreo. La música popular argentina alcanzaba una cumbre
altísima que emociona volver y volver a escuchar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario