Una lectura
de Ciencia
Ficción, Utopía y Mercado de Pablo
Capanna
¿Está cumplido el ciclo de la ciencia ficción en la industria
cultural? ¿Alguien puede levantar la mano para arrogarse el derecho a
enterrarla? ¿Todavía puede la ciencia ficción configurar el imaginario del
siglo XXI como lo hizo con el siglo XX? La relectura de la obra cumbre de Pablo
Capanna, Ciencia Ficción, Utopía y
Mercado, nos emplaza a cuestionarnos el lugar del género en nuestro tiempo
y repasar la importancia capital de su aporte a la construcción del mundo tal
como lo conocemos hoy en día. En 1966, Capanna (profesor de filosofía y
periodista) había escrito el que se considera el primer ensayo en castellano
destinado al género. Con un agregado extra notable: su trabajo le dio entidad a
manifestaciones dispersas de cultura popular hasta ese momento subvaloradas o
directamente despreciadas. Con los años, el autor corrigió, aumentó y actualizó
este ensayo, hasta finalmente en el año 2006, terminarlo en la versión que nos
ocupa en estas líneas.
I
Antes de la ciencia ficción hubo una pre ciencia ficción.
Edgar Allan Poe, Lovecraft, Mary Shelley, comenzaron el camino. Más tarde el
prolífico Jules Verne y H. G. Wells, entre otros, fijaron los cimientos sobre
el que se edificaría el edificio. Capanna no duda en calificarlos. Del autor de
De la tierra a la luna dirá que su
tarea fue más pedagógica que revolucionaria. Anclada en una visión positivista,
Verne exaltaba el individualismo, la libre empresa, el poder de la tecnología.
Era el autor que preparaba a los administradores coloniales enseñando geografía
y ciencia aplicada. Su imaginación era conservadora, sus predicciones se movían
dentro de lo posible. En cambio Wells, más poético, no aplica la ciencia, la
inventa. Arriesga y no siempre gana, jamás se refugia en la previsibilidad. En
ese marco, juega con el tiempo, los extraterrestres, el darwinismo salvaje y
enfermo. La máquina del tiempo y La guerra de los mundos son dos novelas
perturbadoras. Por estas playas autores como Bioy Casares lo leyeron con
devoción; ahí está eterna La invención de
Morel, que tanto le debe al autor de La
isla del Doctor Moreau. Pero no puedo dejar acá de referirme a mi
experiencia personal como lector: 20.000
leguas de viaje submarino, de Julio Verne es un libro fundamental, envolvente y genial que significó mi
primera experiencia movilizadora como lector.
II
Entrado el siglo XX, en 1926, un editor de publicaciones
técnicas norteamericano llamado Hugo Gernsback funda una revista dedicada al tema y le puso nombre al género. Scientifiction
fue la palabrita elegida, luego derivada a science
fiction: la criatura tenía nombre y pronto también tuvo éxito. La industria
hizo el resto: decenas de revistas con tiradas millonarias, los famosos pulps, formaron a generaciones de
lectores y transformaron a un género literario en un fenómeno de masas único y
fundante del imaginario colectivo del siglo. Los fans norteamericanos nombraron
a Gernsback padre del género; para los europeos sólo fue el que trivializó el
fenómeno haciéndolo masivo, perdiendo profundidad y calidad. Los pulps dedicados a la ciencia ficción
mezclaron monstruos de ojos saltones, el hiperespacio y los platillos voladores,
formando una legión de fans; el imaginario de varias generaciones quedó
sellado a fuego con sus imágenes. Para la segunda mitad del siglo las revistas
empiezan a dejar el sitial a la literatura, los académicos las descubren, le
dan entidad y prestigio y aparecen los autores que generaron obras claves del
género. Philip K. Dirk, Arthur C. Clark, Isaac Asimov, Ray Bradbury, entre
muchísimos otros, plantaron mojones ineludibles convertidos en clásicos no ya
sólo del género, si no de la literatura universal. Y más tarde, aparece el
último estadio de la masividad: el cine y la tv. Kubrick, Spielberg, Riddley
Scott, George Lucas. En 1968 se estrena 2001
Odisea del espacio, de Stanley Kubrick, obra cumbre del género y de la
cinematografía, que provocó una revolución con novedosos efectos especiales y
su historia metafísica basada en una novela de Clarke. Sin esta obra de arte,
no hubiera podido existir Star Wars,
por ejemplo, y toda la imaginería e industria que marcaron y siguen marcando a
generaciones. En tv, la serie Star Treck
(Viaje a las estrellas) configuró un verdadero fenómeno que atravesó la
pantalla chica para transformarse en verdadero culto, con club de fans,
convenciones e interpretaciones para todos los gustos. La ciencia ficción
reunía ya el combo perfecto para la industria cultural: público creciente,
prestigio académico y éxito comercial. Volvamos brevemente a lo personal: Encuentros cercanos del tercer tipo, de
Steven Spielberg, es una historia genial, que marcó a fuego mi preadolescencia
y que siempre tendré gusto en volver a ver.
III
¿Y por casa qué se cuenta? Algunos ven en la curiosidad científica
del Lugones de Las fuerzas extrañas un
acercamiento a lo que sería más tarde parte del género. Bioy, Borges y hasta el
mismo Cortázar con algunos de sus relatos fantásticos se acercaron al tema. Promediando
el siglo XX, empiezan a aparecer revistas de gran calidad y excelente tirada: Más allá, Minotauro, Hombres del futuro, El Péndulo. Además
de las revistas locales, que repetían textos de las norteamericanas pero que
empezaron con el tiempo a incluir cada vez más escritores locales, la
historieta nos dejó un legado hoy convertido en leyenda. El eternauta de Héctor Oesterheld con dibujos de Solano López,
trata un tópico clásico del género: la invasión extraterrestre dispuesta a
destruir nuestro hogar, pero con un agregado: la historia
la protagonizan personajes cercanos en lugares propios. Las calles de Buenos
Aires, la cancha de River, el lenguaje y las costumbres de los héroes, todo
remite a nuestro ámbito y nuestras cosas. Sumado a esto, la interpretación
política: el héroe en grupo, la resistencia al invasor, la solidaridad. El eternauta es la cumbre de un género y
su soporte (la ciencia ficción y la historieta) y una obra de arte popular
inigualable, hoy ya parte del canon de nuestra literatura.
IV
Entre utopías, ucronías y anticipaciones, a veces mezclada
con lo fantástico, la ciencia ficción coqueteó a los largo de los años con los
curiosos científicos y técnicos, los divulgadores, los fantasiosos, las
historietas y las películas clase B, los marcianos y los ovnis, las naves
espaciales y las distancias siderales, los autores de culto y las sagas,
navegando entre la metafísica, la religión o la simple curiosidad. Un género
que dejó hace tiempo su adolescencia, pero que todavía puede entusiasmarnos
como chicos. Un mundo paralelo en donde podemos torcer el pasado para crear un
mejor presente, imaginar un futuro que nos permite construir utopías,
anticiparnos e imaginar una forma de vivir que sentimos puede llegar a
realizarse. Una superchería de imaginación pura, un género que existirá
mientras tengamos la voluntad de jugar con el tiempo y la ciencia. Este ensayo
ya clásico de Pablo Capanna nos invita a un placentero, documentado y erudito
viaje por el maravilloso mundo de la ciencia ficción.
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