I
Vamos a afirmarlo en la primera línea de esta nota: Charly García es el más grande músico popular argentino vivo. Alma mater de Sui Generis, La Máquina de Hacer Pájaros y Serú Girán, nada más y nada menos, emprendió una carrera solista de características únicas. Parecía estar a principios de los 80 en estado de gracia. Todas sus composiciones eran brillantes en letra y música, siempre rompiendo moldes, siempre mostrando el camino. Había llegado a cimas muy altas en Yendo de la cama al living (1982) y Clics Modernos (1983). Este último disco es una verdadera revolución cultural y cambió el sonido de toda una década. Estamos hablando de un genio. Era una época prolífica, a razón de un disco por año, dando siempre un salto hacia adelante en cada grabación, asumiendo riesgos estéticos y también físicos. El paso siguiente sería temerario y nuevamente genial. Mientras todo el rock nacional se acomodaba a la nueva década y asimilaba el nuevo canon sonoro que fijaba Clics Modernos, Charly se vuelve visceral, sanguíneo, más rockero que nunca, pero sin perder nada de eso que lo hacía distinto. Piano Bar (1984) lo muestra en carne viva para, otra vez, patear el tablero y contruir otra obra cumbre. Por supuesto, todo será compuesto por él, en un estado de lucidez único, pero la ejecución en estudio estará en manos del Pablo Guyot, Alfredo Toth, Willy Iturri (claro, los GIT), más un jovencísimo Fito Páez. El monstruo casi no toca ningún instrumento. Está casi como un director de orquesta que busca en el estudio, en forma descarnada, con el sonido al palo, en actitud rockera, mientras termina las letras mientras graba, escalar otro Everets artístico. Y lo logra.
II
Todo Piano Bar parece estar grabado en primeras tomas. No es sólo una percepción, la banda pasó del ensayo al registro casi sin sobregrabaciones. El comienzo es demoledor. Yo que crecí con Videla, yo que nací sin poder, yo que luché por la libertad pero nunca la pude tener, canta, casi grita en Demoliendo hoteles. Dos minutos extraordinarios que comienzan con unos golpes furiosos de batería. Pero cómo, ¿y la máquina de ritmos de Clics dónde fue a parar? El genio destruye y reconstruye todo en sólo 35 minutos, que es todo lo que dura el disco. Un disco al que no le sobra y no le falta nada. En Promesas sobre el bidet logra conmover, en letra y melodía. En Raros Peinados Nuevos sentencia que “si vas a la derecha y cambiás hacia la izquierda, adelante”. Piano Bar, tema que da título al disco, es un tema casi en formato de suite, con varias partes con aires tangueros. El lado A se cierra con No te animás a despegar, donde el maestro se emociona y nos emociona. El lado B arranca con una broma. SADAIC no dejaba por esas épocas registrar nombres de temas ya incriptos. Charly canta No se va a llamar mi amor, ya que el título Mi amor no podía registrarse. Tuve tu amor y Rap del exilio, con una gran intervención en saxo de Daniel Melingo nos preparan para el gran cierre. Hacia el final del disco aparece una las cimas de la música popular argentina: Cerca de la revolución. Cada vez que el genio toque en vivo este tema a todos nos correra una electricidad en el cuerpo. Si estas palabras te pudieran dar fe, su esta armonía te ayudara a creer. El final lo deja para un tema que había compuesto con Spinetta para el álbum conjunto que no pudo ser. Total interferencia está a la altura de Rezo por vos; los dos genios juntos se potenciaban. El disco que no fue es la gran deuda de la música popular argentina.
III
La tapa de Piano Bar era muy extraña. Sobre un fondo blanco se mostraban las letras de las canciones, separadas por distintos colores. En las sucesivas reediciones en CD se mostraba un foto en primerísimo plano de Charly en el estudio. Con el tiempo esa sería la imgen que quedaría del disco. Era un álbum desnudo, en el arte de tapa también. La gira presentación fue con la misma banda que grabó el disco y las presentaciones en el Luna Park son consideradas como unas de la grandes actuaciones en vivo del Maestro. ¿Cómo hizo Charly García para construir estas obras maestras en tan poco tiempo? Imposible descifrarlo. Su genio no descansaría, al año siguiente publicaría Parte de la religión, otra obra maestra. Al repasar la obra prolífica y profunda de nuestro héroe, encontraremos belleza, melodía, riesgo, maestría, poesía. Pero como nunca, en Piano Bar todas esas cosas estarían en carne viva. Más adelante, en su etapa Say No More, profundizaría hasta bordear el patetismo, esa pulsión de entregarse en cuerpo y alma. No todos estarían preparados para esa performance provocadora. Quizás encontremos en este disco el punto exacto en que el genio entraba en una etapa superior en la que los simples mortales no siempre están en condiciones de comprender.
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