En
una breve y luminosa charla con este blog, Daniel Sorín, autor de John
William Cooke, La mano izquierda de Perón, nos habla del legado, la
filosofía y la militancia políticas del primer delegado de Perón en la Argentina
durante su exilio. El pensamiento claro, el análisis histórico didáctico y la
relectura desde el presente de la filosofía política de Cooke desde la lúcida
mirada de Sorín, nos traen la mítica figura del Bebe para cuestionar y analizar el presente.
En el prólogo a tu libro decís que traes a Cooke a
partir de este presente. ¿Por qué Cooke? ¿Qué cosas de este presente discuten o
ponen en escena su filosofía política?
Hoy en la Argentina se discuten “modelos”. Por un lado
el definido como “crecimiento con inclusión” y por otro el típicamente liberal
de libre mercado. Lo que no se discute son un par de conceptos. Uno: el
capitalismo (o sea el sistema basado en la apropiación por parte del capital
del valor que agrega el trabajo, la famosa plusvalía) y dos: la dependencia
(esto es, la organización del capitalismo mundial en el que las economías
dependientes remiten capital a las metrópolis). No nos preguntamos nada sobre
esto. Algunos porque asumen imposible salir del capitalismo dado el fracaso del
socialismo real, otros porque imaginan una redistribución de la riqueza que no
perjudique a los monopolios.
Traigo a Cooke al presente porque él se planteó esta
situación y le dio respuestas. Respuestas diferentes según el momento de la
evolución de su pensamiento. Ciertamente, el tema cruza su correspondencia con
Juan Perón y define los límites de la Comunidad Organizada.
"El común de la gente exige coherencia entre pensamiento y espíritu. Pero resulta que es infinitamente menos complejo pensar bien que ser mejor. Exigir esa coherencia, lejos de hacernos mejores nos obligará a pensar peor." (Daniel Sorín)
Esta biografía, dedicada al Cooke político y
militante, excluye cuestiones que tiene que ver con lo personal. ¿Por qué
prescindir de estos tópicos para escribir sobre un personaje histórico? ¿No
crees que estas cuestiones ayudarían a entender o conocerlo en forma más
completa?
La
pregunta es magnífica y la contestación será rara, rara para un novelista: lo
que me interesó fue una biografía de su pensamiento. Por supuesto que no es
tarea menor una biografía íntima, pero lo que golpea en la conciencia de los
argentinos de hoy son sus ideas no sus peripecias personales. No le conozco
agachadas al Cooke, al menos que consideremos que ser cocainómano, alcohólico,
jugador y mujeriego lo sean. Dicho de forma sintética: conocer mejor a John no
nos acerca más a su pensamiento. Un pensamiento complejo, de grandes mutaciones
(del radicalismo antiyrigoyenista al marxismo) que no tienen relación con lo
bien que bailaba el tango.
(Por
otro lado, el común de la gente exige coherencia entre pensamiento y espíritu.
Pero resulta que es infinitamente menos complejo pensar bien que ser mejor.
Exigir esa coherencia, lejos de hacernos mejores nos obligará a pensar peor.)
No
obstante, estuve tentado, te aclaro, porque hay un libro tan mentiroso y
cobarde como gorila, al que habría que contestar.
Tras el golpe del 55, Perón nombra a Cooke como su
primer delegado en el país. Sobre él recae la enorme tarea de organizar la
resistencia. ¿Qué vio Perón en él? ¿Por qué un todavía muy joven dirigente,
desconocido para muchos, debía ocuparse de esa enorme responsabilidad?
Cooke
ya era conocido. Fue desde 1946 a 1952 diputado nacional y figura clave de la bancada
peronista. No integró la lista a diputados del 52 por ser un peronista que se
tomó en serio las tres banderas: justicia social, independencia económica y
soberanía política. Esto lo hizo profundamente antiburocrático. En la Argentina
y en política, la palabra “burócratas” está ubicada en una amorosa vecindad con
la palabra “traidores”. Los burócratas eran para Cooke los adulones que fingían
estar con el pueblo pero operaban en su contra. En 1966, en su Informe a las
bases, definirá de manera precisa lo burocrático como un estilo que opera con
los mismos valores que el adversario. Es decir, como un falso adversario del
adversario.
Veamos
un poco. El 17 de junio de 1954 escribe en su revista De Frente (número 15) un artículo
que se llama: “Quiénes facilitan la infiltración comunista”, allí dice:
En
los últimos años se ha advertido una peligrosa inclinación en muchos dirigentes
sindicales. A poco de llegar a las comisiones directivas, saltando de fábricas
y talleres, el flamante dirigente “descubría” un nuevo mundo. Generalmente, el descubrimiento
comenzaba con la compra de un sombrero Orión. Luego con los cigarrillos rubios,
por supuesto extranjeros. Después, el automóvil, cuanto más largo, mejor.
Con
Orión, “Chésterfield” y “bote” la vida resultaba distinta, la fábrica lejana, y
sus compañeros obreros, con sus problemas diarios, una cosa realmente molesta.
A medida que se internaba en el reconocimiento de la nueva vida [...] perdía el
poco o mucho arraigo que había tenido en la masa. Se abría un abismo entre el
señor dirigente y sus compañeros obreros. Éstos debían hacer antesala para
verlo a aquél, mientras el señor dirigente, a su vez, hacía antesala en las
oficinas públicas persiguiendo las cosas más dispares, desde un negocio
personal hasta una solución para algún problema gremial que, desconectado de la
masa, no se atrevía a encarar.
Notable fragmento que en pocas palabras
describe la génesis de la “burocracia sindical”. Cuando en el 55 se produce el
bombardeo a Plaza de Mayo, Perón lo llama porque para impedir el golpe los
burócratas no servían. Pero el golpe ya era inevitable porque, como pronto se
dará cuenta Cooke, el frente del 45 estaba definitivamente roto. Ni el Ejército
ni el clero ni los industriales nacionales sostendrían al gobierno.
Producido el golpe, Perón en el exilio pide resistir
de las maneras más violentas, llamando incluso a asesinar a los gorilas. Cooke
está preso (Las Heras, Devoto, Ushuaia) y es en esas cárceles que junto a César
Marcos y Raúl Lagomarsino fundan los primeros comandos. Perón sueña con una
insurrección, y para eso Cooke y la izquierda del peronismo (los peronistas
antiimperialistas) eran necesarios. Ambos, Perón y Cooke, trabajarán por la
insurrección hasta que se convencen de que es imposible. Hacia fines del 57 ambos
saben que el pueblo peronista no estaba dispuesto a aguantar seis años del
partido de la Libertadora (Balbín) y que votará por Frondizi que promete
derogar el decreto 4161 y volver a la Constitución de 1949. Es cuando los dos
Juanes hacen el pacto con Frondizi.
"La oligarquía no solamente es dueña de las cosas: también es dueña de las palabras: libertad, democracia, moral. La democracia y la libertad se definen a partir del mundo liberal burgués. " (John William Cooke)
Los cuatro que firmaron el pacto (Perón, Cooke,
Frondizi y Frigerio) sabían que era incumplible. La clase obrera enfrenta al
gobierno de Frondizi (en 1958 las huelgas alcanzan a 6 millones de días
laborables por trabajador y en 1959 a 11 millones). Para ese entonces Cooke
piensa que, para no traicionarse, el peronismo debe ser obrero, apoya las
huelgas y, aunque no la dirige, está en la primera línea de combate en la toma
del Frigorífico Lisandro de la Torre (enero de 1959). Frondizi reprime con
tanques del Ejército la huelga, la parodia democrática había acabado. La toma
fracasa por la traición de la burocracia sindical, Vandor pide la cabeza de
Cooke y Perón acepta y lo saca definitivamente del círculo de las decisiones.
Aquí hay que apuntar algo importante: el capital político de Cooke no era
propio sino el otorgado por Perón, Cooke era líder por delegación.
La vida de John corre peligro y decide viajar a Cuba
(el triunfo de Castro es simultáneo con la toma del frigorífico, enero del 59).
Nadie puede saber cuándo Cooke adopta el marxismo (que en él no es
contradictorio con el peronismo), yo estoy convencido que cuando viaja a Cuba
ya es marxista, pero es opinable. En Cuba escribe uno de sus textos más memorables
y que recomiendo: “Aportes a la crítica del reformismo en la Argentina” (que se
puede consultar en la edición facsimilar de Pasado y Presente editada por la
Biblioteca Nacional), que es un informe a Fidel Castro sobre el Partido
Comunista Argentino. Una crítica demoledora por izquierda al partido de Codovilla.
En esos años tratará de influir en Perón a favor de la tendencia revolucionaria
que recorre el continente.
Contestando a tu pregunta (y dejando tanta cháchara):
Perón usó a Cooke cuando le convino y Cooke usó a Perón todo lo que pudo. Fueron
todo lo sinceros que podían ser, poco por cierto, pero tengo la sensación que
ambos se respetaron. En este sentido es muy reveladora la contestación de John
a la invitación del Grupo Cóndor (Hernández Arregui), pero eso lo dejaremos
para no extendernos más.
Siempre pensé que la dramática y exagerada adulación
pública de Eva hacia Perón llevaba implícita una exigencia enorme hacia el
líder. Cooke, en otro momento histórico, va más allá; sin dejar de reconocer y
hasta admirar el liderazgo de Perón, lo cuestiona y discute tratando de
forzarle definiciones. ¿Cómo analiza ese comportamiento de Cooke en sus formas
y en sus contenidos?
Buena parte de la pregunta está contestada en la
anterior. Perón es el líder bonapartista de un movimiento que busca la
conciliación de clases, la conciliación entre el capital y el trabajo. Esto es
indiscutible, solamente hay que leer “La comunidad organizada”.
Cooke integró el peronismo en tanto movimiento
nacional. Hasta la resistencia combate las “desviaciones” burocráticas, pero durante
la resistencia se da cuenta de que son más que desviaciones: si la burguesía
nacional ha pactado con el imperio, entonces el peronismo no puede ser
conciliatorio sino obrero o dejará de ser nacionalista. Plantea que un
nacionalismo que no fuera antiimperialista no es nacionalismo. Dicho
sintéticamente: su peronismo se distancia del peronismo de Perón, en tanto es
un peronismo revolucionario, obrero y no burgués.
"La izquierda argentina se divide entre dos bandos, tan burdo uno como el otro: los que piensan que Menem es igual a Kirchner y terminan haciendo asquerosos acuerdos con la Sociedad Rural; y los que se encolumnan acríticamente con el gobierno y terminan comprados por un puñado de cargos." (Daniel Sorín)
El peronismo es muchas veces un significante vacío que
cada quien llena con lo que le parece o le interesa. Cooke, desde el marxismo,
le encontró un sentido y luchó para forzar a Perón a que se decidiera por su
visión. ¿Puede el peronismo actual encontrar un sentido único a su pertenencia
política? ¿Tiene sentido plantearse al peronismo como una herramienta de cambio
social que revolucione estructuras? Parecería que hoy en día sólo debe
conformarse con la redistribución.
Pensemos más allá de las etiquetas que
son confusas, especialmente la etiqueta “peronismo” que es extremadamente difusa
en sus límites. Una redistribución sin modificar los cimientos de la estructura
social no puede ser más que un veranito efímero. El kirchnerismo, que es el
peronismo de esta época (líquido comparado con el del 45-49, como líquida es
nuestra época con respecto a aquella) después de 12 años de gobierno se salda
por derecha. Gane con Scioli o pierda con Macri, lo que viene es un avance de
la derecha (lo que no quiere decir que sea lo mismo que gane Scioli o Macri).
La razón es evidente y no la ven los que no quieren verla: la economía sigue en
manos de los mismos monopolios extranjeros, de los mismos bancos, de los mismos
consorcios agroexportadores y de una industria a la que ni se le pasa por la
cabeza desarrollar el sector 1 de la economía (máquinas que hacen máquinas) y
que solamente se dedica a algunos productos de consumo. Tarde o temprano la
lógica política hace (en especial en las semicolonias) que el poder político
sea sinónimo del poder económico y el veranito se acaba.
Un par de cosas finales. Uno: No
comparto la idea de Cooke de que el único nacionalismo es el antiimperialista.
Es el único nacionalismo revolucionario, pero existen nacionalismos más tibios
(como el kirchnerismo) que no pueden obviarse. Es interesante esto. La
izquierda argentina se divide entre dos bandos, tan burdo uno como el otro: los
que piensan que Menem es igual a Kirchner y terminan haciendo asquerosos
acuerdos con la Sociedad Rural; y los que se encolumnan acríticamente con el
gobierno y terminan comprados por un puñado de cargos.
Dos: un verano, aunque pasajero, es un
verano. Soy un trabajador que ha sufrido, a veces más a veces menos, la suerte del
común de los trabajadores y no se me escapa ni por un instante la diferencia
entre la inclusión en un sistema injusto y la definitiva
exclusión, la diferencia entre un plato de comida caliente y el hambre. No
rechazo ese verano, rechazo la ilusión que promete.
El libro, el autor
Daniel Sorín nació en Buenos Aires en 1951. Novelista, ganó el
premio Emecé de Novela en 1998 con Error
de cálculo, y editó entre otros libros, El
dandy argentino (2000), El hombre que
engañó a Perón (2008) y La última
carta (2013). Es editor, además, de las revistas culturales Abanico y La púrpura de Tiro. En John
William Cooke, la mano izquierda de Perón encara una biografía política de
uno de los más grandes ejemplos de lealtad, coherencia y lucha. El trabajo documental
de Sorín es meticuloso y apasionado, dando a la palabra y los textos de Cooke
el espacio necesario para iluminar el presente con claridad y honestidad
intelectual nuestro presente. El autor es llano y directo, contextualizando y
dando marco histórico y teórico a cada palabra de Cooke. Una biografía alejada
de las cuestiones personales del personaje que se transita con deleite hasta la
última página. El pensamiento y labor política y militante de John Cooke no podrían
encontrar mejor homenaje que este libro.