Prodigio de la música desde niño, Alan Parsons llegó desde muy joven a ser ingeniero de grabación de
la compañía EMI. Fruto de ese trabajo el destino lo llevó al legendario estudio
Abbey Road, donde fue asistente de
grabación de los dos últimos discos de The
Beatles. En la famosísima filmación de la última presentación en vivo de
los fabulosos cuatro sobre la terraza de Abbey Road, se puede ver a Alan
Parsons en varias tomas manejando la consola de sonido. Su buena estrella no lo
abandonaría: fue ingeniero de sonido de Animals
y The dark side of the moon, dos de
las obras maestras de Pink Floyd. Definitivamente
instalado como referente de la industria e imbuido de un prestigio creciente
por su participación en grabaciones decisivas de la progresiva inglesa, Alan
Parsons decidió ser él mismo creador de música, y asociado con otro productor
de EMI, Eric Woolfson, creo un
colectivo de producción musical: The Alan
Parsons Project. En su nuevo proyecto, asociado con distintos músicos y
cantantes, editó una serie de discos exitosos, con gran prestigio de la prensa
y la industria discográfica.
Pyramid fue el
tercer disco de la producción de The Alan
Parsons Project y, editado en 1978, fue uno de los más exitosos. El álbum,
más en las letras que en la música, es una reflexión sobre la finitud de los
proyectos humanos, frágiles criaturas ante la inmensidad del universo y la
presencia ineludible de la muerte. El disco tiene fuertes bases que le dan
coherencia a pesar del modus operandi de la producción de Alan Parsons:
distintos vocalistas y músicos rotativos se apoyaban en las letras de Woolfson
y la música y producción de Parsons. El uso del sintetizador Moog, que tanto
prestigio daba a los discos conceptuales del momento, y que Alan Parsons manejaba
a la perfección, le dio a Pyramid esa áurea de disco serio y sónico que era la
marca registrada del grupo. Los célebres instrumentales –en este disco sería Voyager- forman parte del sonido de esa
época y en Argentina, por ejemplo, formaron parte como cortinas musicales de
innumerables programas televisivos o de radio.
La pretenciosidad de The
Alan Parsons Proyect y la evolución –o involución- de la música y las
formas de grabación de los discos, hizo que lentamente el suceso del grupo se
perdiera en el tiempo. Pero aún hoy, cuando escuchamos sus bellas melodías o
sus secuencias de sintetizador tan características, como sellos de su marca de
fábrica, podemos reconocer toda una época y todo un estilo. El estilo de un
artista de los controles de las mesas de grabación que transformó ese oficio en
un arte propio, el sueño de un ingeniero de sonido que sin perder el control de
la consola pasó a ser él mismo un rock
star.
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