La primera vez que vi a Jorge Lanata por televisión fue
durante los 90 en Hora Clave, el por
entonces programa estrella del periodismo político televisivo, conducido por
Mariano Grondona. El Gordo estaba invitado a debatir con alguno de los
mediáticos defensores del menemismo —¿sería Jorge Asís?— y vestía una campera
de cuero roja. Esa noche provocó por duplicado con las formas que serían su
marca registrada; el rojo furibundo insultaba las corbatas grises del
periodismo “serio” y su lengua filosa arremetió con una irónica y burlona
interpretación del peronismo. En todo momento el tipo sentía que el centro del
universo pasaba por él y la versión tan gorila y chiquita del peronismo que
expuso pasaba disimulada por el escándalo de la frivolidad y el robo de esos
años nefastos. Ídolo de todos los estudiantes de Periodismo en ese momento,
director de Página/12, el diario que había venido a cambiar la forma de hacer
periodismo gráfico en la Argentina, estupendo escritor, ingenioso y picante
para el debate, ya se sentía un superstar y empezaba a construir el personaje
que lo tiene devorado desde hace tantos años.
Hoy que trata de chorros, brutos, pelotudos e imbéciles a
todos los que intentan, con más o menos fundamentos, rebatir su “relato”, esas
formas provocativas derivaron en una triste caricatura. Adjurando de todo lo
defendió y de todo lo que combatió durante muchos años, hoy corre detrás de la
línea editorial que le exige el Grupo Clarín con la dedicación, el énfasis y el
fanatismo de los conversos. Se puede entrever el odio que le deben tener sus
nuevos compañeros de odio—Van der Kooy, Castro, Majul, Leuco, Bonelli, etc.— que
hubieran querido para ellos ese papel protagónico. Él los humilla, “la estrella
soy yo, pelotudos”, y arremete contra todo y todos. El detestable Mauro Viale
lo calificó de manera notable: “periodista con conchero”. Su programa es un
show televisivo que toma todos los tips de la actual televisión comercial
argentina: agresión, bravuconería, provocación, chicanas, agravios, sarcasmo,
el más desagradable humor. Su periodismo de investigación, plagado de datos
inexactos, fuentes dudosas, datos no confirmados, recursos cuestionables, es un
insulto a la profesión.
Puedo aceptar que Jorge Lanata crea que el kirchnerismo sea
algo detestable por los motivos que se le ocurran, pero las formas que utiliza
y su sumisión al grupo mediático que representa descalifican su opinión. Su
memoria es frágil, tan frágil que ha olvidado las denuncias de lavado de dinero
firmadas por su puño y letra en el malogrado diario Crítica, que involucraban a
miembros del directorio del Grupo Clarín, por ejemplo. Grupo al que años atrás
acusaba de monopólico y de querer inculcarnos qué comer, qué pensar, qué
decidir. Mientras tanto, muestra cada día una imagen más degradada y degradante
de su propia figura y de la figura del periodista comprometido. Quizás esta sea
su verdadera cara, la cara más triste y lastimosa del tipo que tuviera bajo su
dirección la última revolución en el periodismo gráfico argentino y hoy es la
cara visible de un grupo mediático lanzado a voltear al único gobierno que ha
osado enfrentarlo, utilizando las armas más nefastas de la profesión.
No hay comentarios:
Publicar un comentario