Una de los modales
kirchneristas que más enfurecen a gorilas y chimpancés es la construcción de un
supuesto relato histórico deformado y completo de falsedades, imposturas y
deformaciones. Según esta visión, los Kirchner han construido con hechos
históricos aislados, reinterpretados, pegados en una suerte de collage
antojadizo, un hilo conductor que arranca en Mariano Moreno y Manuel Belgrano
–los favoritos de Cristina Fernández-, pasa por Rosas, Perón, Eva, Cámpora,
Jauretche, etc.; y culmina en la figura cada vez más épica de Néstor Kirchner.
Muchas veces me
pregunté si era válida la apropiación de estos hechos en forma segmentada para
integrarlos como parte y sostén del discurso de un movimiento político. A pesar de la simpatía que me
despiertan estos hechos y personajes junto con el rumbo elegido por el partido
gobernante en este momento histórico para Argentina y América Latina, no tenía
una respuesta definitiva. Lo que sí tengo en claro es que detesto la
construcción histórica del otro relato dominante durante décadas, ese que tiene
como bandera al diario La Nación por ejemplo, y que muestra como héroes de la
patria a genocidas como Julio Argentino Roca.
Como tantas veces, en
forma sorpresiva una mesa de saldos me trajo algo de luz al respecto.
Whashington Cucurto, escritor antisistema surgido del conurbano bonaerense, que
escribe con todo lo que está afuera del idioma establecido por la academia, me
dio una mirada audaz, inteligente, distinta, de lo que significan los
protagonistas y los hechos históricos en su relación con el presente. Escribe
Cucurto en 1810 La Revolución de Mayo vivida por lo negros (Emece Editores,
Buenos Aires, 2008):
Señoras
y señores,
¡se
acabó!
¡tomemos
la historia por el culo!
¡La
historia y la literatura nos pertenecen!
Basta
de historiadores de manos blancas
y
oscuras ideologías,
ahora
la historia la escribiremos nosotros.
Y
más adelante otro párrafo perturbador:
La
historia debe ser
el
eje de nuestra imaginación creadora.
De
nada sirven San Martín y Bolívar
-con
todo respeto- si no nos ayudan a solucionar
nuestro
horrendo presente de hambre y desesperanza.
Porque
la primera obligación de San Martín,
¡hete
aquí, bien dicho,
la
primerísima obligación sanmartiniana!,
es
ser nuestro compinche,
ser
como nosotros queremos.
Entonces
me pregunto, ¿de qué me sirve hoy, por ejemplo, Perón? ¿Cómo puede ayudarme
Evita? ¿Qué hechos del pasado integro a mi proyecto de país? Es muy conocida la
anécdota sobre la respuesta de Perón a Braden con apenas unos días ejerciendo
como presidente en octubre de 1945. El Embajador de EEUU había cumplido en esas
elecciones presidenciales el papel que por estos tiempos hicieron los grandes
medios con Clarín como bastonero; es decir, demonizar al gobierno, aglutinar a
la oposición, darles un discurso, enfrentar al candidato nacional y popular. Con
todo a favor, Braden, como Clarín, pierde clamorosamente. Pero sabe que tiene
la impunidad del poder. Pues bien, visita a Perón y lleva un pliego de
condiciones para que el general transite una presidencia sin turbulencias. Braden
dice algo así como “esto es lo que debe hacer para ser bien considerado en mi
país”. El Presidente lo lee detenidamente y responde: “No quiero se bien
considerado en su país a costa de ser un hijo de puta en el mío”.
Cuando
pienso en las distintas caras que Perón mostrara en su larga vida política,
créanme me quedo con ese revolucionario presidente conductor de un modelo
nacional y popular y no con el viejo hijo de puta que le dio la derecha a López
Rega para comenzar la represión ilegal con la complicidad del Estado. Sé que es
un recorte, que estoy editando la historia de acuerdo a mis intereses, que
Perón fue algo más complejo que esa maravillosa respuesta a Braden y su
formidable primer gobierno. Pero es el Perón que necesito en este momento de la
Patria. Su primera obligación es ser mi compinche, ser como yo quiera.
Por
eso, cuando leo a tanto contrera profundamente preocupado por cuantas hectáreas
tiene la propiedad de los Kirchner en el Calafate, y no mencionan la formidable
quita que Néstor lograra sobre nuestra ominosa deuda externa, por citar sólo un
ejemplo de una larga, larguísima lista de medidas verdaderamente nacionales y
populares, no puedo dejar de enojarme. Y con respecto al relato histórico k, no
está nada mal investirnos de una mística histórica que será muy necesaria
cuando tengamos que enfrentar a los enemigos de siempre, que siempre estarán
dispuestos a la revancha.
El
presente como resignificante de la historia, la historia como eje de nuestra
imaginación creadora, las banderas y mitos que creamos como escudos para
enfrentar las grandes batallas. Gracias Cucurto, nuevo Roberto Arlt que se
pasea entre Berazategui y Constitución pegando sin cansarse a cada rato un
nuevo “cross a la mandíbula”.
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