I
Transcurridos
los años 60 la bossa
nova
se había transformado en el género musical brasileño más conocido
en forma universal. Surgido a partir del samba
y con fuertes influencias del jazz,
en pocos años había conquistado el mundo. Sus más grandes
exponentes —João
Gilberto, Tom Jobim y Vinicius de Moraes— junto a otros jóvenes
músicos y poetas provenientes de Río de Janeiro, se convirtieron en
pocos años en verdaderos referentes de la música internacional.
Artistas como Frank Sinatra y Stan Getz, entro otros, estaban
subyugados por su cadencia, fraseo y poesía. Sin embargo, el fin de
década encontraba al género en un proceso de transformación. La
aparición del tropicalismo,
con Caetano Veloso y Chico Buarque como estandartes, lo obligaba a
resistir o asimilar cambios profundos. El paso de los Beatles no
había pasado desapercibido en ningún rincón del mundo y su
influencia se extendía a cualquier género popular. En ese contexto
de cambios y de explosión de la música popular brasileña, Vinicius
de Moraes montó en Buenos Aires una serie de shows íntimos en donde
hacía un repaso por las grandes composiciones de la bossa
nova.
Acompañado de dos jovencísimos músicos, la cantante bahiana María
Creuza y el guitarrista paulista Toquinho, hizo numerosas
presentaciones en un pequeño local en una galería porteña llamada
La Fusa, en donde no cabían más de 100 personas por noche. Los
shows nocturnos, que se extendían por varias horas, en un ambiente
de bohemia, repleto de humo y tragos de alcohol, fueron un verdadero
suceso. Las recomendaciones boca a boca entre el público porteño
transformaron las presentaciones en La Fusa en un verdadero fenómeno
cultural. Ver a Vinicius de Moraes en Buenos Aires, acompañado por
esa joven pareja musical, se había convertido en una cita obligada
de toda la intelectualidad porteña. La propuesta de grabar un
registro en vivo como testimonio de estos shows les llegaría
rápidamente.
II
El
fundador y alma mater del sello Trova, Alfredo Radoszynski, un hombre
de gran sensibilidad y sentido artístico, que editaba a numerosos
artistas populares argentinos, le acercó la idea a Vinicius de
grabar alguno de los shows y publicar un disco. La propuesta fue
aceptada de inmediato pero el músico tenía algunos reparos.
Entendía que la precariedad de La Fusa y las limitaciones que
suponían grabar un disco en vivo, iban a conspirar contra la calidad
del registro; el lugar tenía mucho ruido ambiente de copas, botellas
y gente hablando o tosiendo. Le propuso al productor grabar el disco
en un estudio pero intentando recrear el clima que se generaba cada
noche en el pequeño local porteño. Además, entendía que había
que darle un poco más de cuerpo a la música, la guitarra y el piano
no alcanzarían para eso. Contrataron a dos músicos argentinos,
Mario “Mojarra” Fernández en contrabajo y Enrique “Zurdo”
Roizner en batería, con los que ensayaron algunas horas nada más y
se dispusieron a grabar en los míticos estudios ION, testigo de
algunos de los más grandes registros de la música popular
argentina. Intentaron además recrear el clima de La Fusa, con
mesas y amigos invitados en el estudio, tomando tragos. En dos
maratónicas sesiones nocturnas, casi de manera imprevista e
improvisada, bajo la tutela de un sello pequeño y en forma casi
artesanal, se grababa uno de los discos más famosos en el mundo
entero de un género musical que ponía a Brasil en el mundo. Ese
julio de 1970 de Buenos Aires era testigo de una grabación que sigue
asombrando por su calidad y por ser un testimonio grandioso de un
momento único de un músico brillante y universal.
III
Como
dijimos, este Vinicius de Moraes en “La Fusa” era una ficción,
todo era una recreación hecha en estudio de grabación. El
resultado, lejos de cualquier artificialidad, es una delicia.
Vinicius está increíble en la interpretación y gracioso contando
chistes o anécdotas entre canción o canción. El set
list
es sabio y muestra su grandeza y agudeza artística. Consciente de
los cambios que está viviendo la música popular brasileña, no sólo
visita los clásicos como Garota
de Ipanema
o Felicidades,
sino que le da espacio a los nuevos autores, como en el caso de Irene
(Caetano Veloso) o Qué
maravilla
(del mismo Toquinho). El disco está muy bien grabado considerando
las circunstancias y la casi ausencia de ensayos. Incluso en la
percusión hay una participación de un muy joven Chango Farías
Gómez. Editado en agosto de ese mismo año se transformó en un
suceso de ventas y al poco tiempo, editado en distintos países, su
éxito llegaba a lugares impensados. Con el tiempo, En
“La Fusa” con María Creuza y Toquinho,
de Vinicius de Moraes, prócer de la música popular, se transformó
en un registro histórico y clave de la bossa
nova
y pasó a ser la puerta de entrada, en cualquier parte y en cualquier
época, de un movimiento musical autóctono que se había
transformado en un fenómeno universal. Así, casi de casualidad, a
propósito de un éxito en un local pequeño para no más de 100
personas. Milagros y misterios del arte popular.
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