martes, 11 de agosto de 2020

Vinilo XXXIII – En “La Fusa” con María Creuza y Toquinho – Vinicius de Moraes (1970)



I

Transcurridos los años 60 la bossa nova se había transformado en el género musical brasileño más conocido en forma universal. Surgido a partir del samba y con fuertes influencias del jazz, en pocos años había conquistado el mundo. Sus más grandes exponentes —João Gilberto, Tom Jobim y Vinicius de Moraes— junto a otros jóvenes músicos y poetas provenientes de Río de Janeiro, se convirtieron en pocos años en verdaderos referentes de la música internacional. Artistas como Frank Sinatra y Stan Getz, entro otros, estaban subyugados por su cadencia, fraseo y poesía. Sin embargo, el fin de década encontraba al género en un proceso de transformación. La aparición del tropicalismo, con Caetano Veloso y Chico Buarque como estandartes, lo obligaba a resistir o asimilar cambios profundos. El paso de los Beatles no había pasado desapercibido en ningún rincón del mundo y su influencia se extendía a cualquier género popular. En ese contexto de cambios y de explosión de la música popular brasileña, Vinicius de Moraes montó en Buenos Aires una serie de shows íntimos en donde hacía un repaso por las grandes composiciones de la bossa nova. Acompañado de dos jovencísimos músicos, la cantante bahiana María Creuza y el guitarrista paulista Toquinho, hizo numerosas presentaciones en un pequeño local en una galería porteña llamada La Fusa, en donde no cabían más de 100 personas por noche. Los shows nocturnos, que se extendían por varias horas, en un ambiente de bohemia, repleto de humo y tragos de alcohol, fueron un verdadero suceso. Las recomendaciones boca a boca entre el público porteño transformaron las presentaciones en La Fusa en un verdadero fenómeno cultural. Ver a Vinicius de Moraes en Buenos Aires, acompañado por esa joven pareja musical, se había convertido en una cita obligada de toda la intelectualidad porteña. La propuesta de grabar un registro en vivo como testimonio de estos shows les llegaría rápidamente.

II

El fundador y alma mater del sello Trova, Alfredo Radoszynski, un hombre de gran sensibilidad y sentido artístico, que editaba a numerosos artistas populares argentinos, le acercó la idea a Vinicius de grabar alguno de los shows y publicar un disco. La propuesta fue aceptada de inmediato pero el músico tenía algunos reparos. Entendía que la precariedad de La Fusa y las limitaciones que suponían grabar un disco en vivo, iban a conspirar contra la calidad del registro; el lugar tenía mucho ruido ambiente de copas, botellas y gente hablando o tosiendo. Le propuso al productor grabar el disco en un estudio pero intentando recrear el clima que se generaba cada noche en el pequeño local porteño. Además, entendía que había que darle un poco más de cuerpo a la música, la guitarra y el piano no alcanzarían para eso. Contrataron a dos músicos argentinos, Mario “Mojarra” Fernández en contrabajo y Enrique “Zurdo” Roizner en batería, con los que ensayaron algunas horas nada más y se dispusieron a grabar en los míticos estudios ION, testigo de algunos de los más grandes registros de la música popular argentina. Intentaron además recrear el clima de La Fusa, con mesas y amigos invitados en el estudio, tomando tragos. En dos maratónicas sesiones nocturnas, casi de manera imprevista e improvisada, bajo la tutela de un sello pequeño y en forma casi artesanal, se grababa uno de los discos más famosos en el mundo entero de un género musical que ponía a Brasil en el mundo. Ese julio de 1970 de Buenos Aires era testigo de una grabación que sigue asombrando por su calidad y por ser un testimonio grandioso de un momento único de un músico brillante y universal.

III

Como dijimos, este Vinicius de Moraes en “La Fusa” era una ficción, todo era una recreación hecha en estudio de grabación. El resultado, lejos de cualquier artificialidad, es una delicia. Vinicius está increíble en la interpretación y gracioso contando chistes o anécdotas entre canción o canción. El set list es sabio y muestra su grandeza y agudeza artística. Consciente de los cambios que está viviendo la música popular brasileña, no sólo visita los clásicos como Garota de Ipanema o Felicidades, sino que le da espacio a los nuevos autores, como en el caso de Irene (Caetano Veloso) o Qué maravilla (del mismo Toquinho). El disco está muy bien grabado considerando las circunstancias y la casi ausencia de ensayos. Incluso en la percusión hay una participación de un muy joven Chango Farías Gómez. Editado en agosto de ese mismo año se transformó en un suceso de ventas y al poco tiempo, editado en distintos países, su éxito llegaba a lugares impensados. Con el tiempo, En “La Fusa” con María Creuza y Toquinho, de Vinicius de Moraes, prócer de la música popular, se transformó en un registro histórico y clave de la bossa nova y pasó a ser la puerta de entrada, en cualquier parte y en cualquier época, de un movimiento musical autóctono que se había transformado en un fenómeno universal. Así, casi de casualidad, a propósito de un éxito en un local pequeño para no más de 100 personas. Milagros y misterios del arte popular.


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