El 5 de septiembre es una fecha
esencial en la historia de la música popular argentina. El dúo Sui Generis
decidió decirle adiós a su corta y fructífera historia con dos multitudinarios
recitales en una misma noche en el estadio Luna Park. No era el primer grupo de
rock argentino que se le animaba al gigante de Corrientes y Bouchard, pero el
fenómeno de masas que desató esa histórica presentación marcó un antes y un
después. Sui Generis había nacido de las bucólicas intenciones de Charlie
García —no Charly todavía, menos que menos Say No More— y Nito Mestre. Ambos
lograron captar el espíritu cuestionador y aturdido de toda una generación de
adolescentes y jóvenes. Con los discos Vida,
Confesiones de invierno y el fundamental Pequeñas anécdotas sobre las instituciones, habían logrado éxito
comercial y se habían instalado como referentes de toda una época.
Para el momento de la presentación de este histórico recital,
el grupo estaba disuelto casi de hecho. Artísticamente Charly García estaba en
sintonía con otras inquietudes musicales más cercanas al rock sinfónico inglés,
por ejemplo, cosa que se haría evidente con la creación de su próximo grupo La máquina de hacer pájaros. Nito Mestre
no entendía esta búsqueda, se aburría en los largos pasajes instrumentales que
García encaraba en los recitales, y la unión artística que los había consagrado
ya no daba para más. El dúo sin embargo, acompañado por Rinaldo Rafanelli en
guitarras y bajos y por Juan Rodríguez en batería, brindó un histórico registro
en vivo documentado en un disco doble y en una película que fuera dirigida por
Bebe Kamín (quién también dirigiría años más tarde la exitosa Los chicos de la guerra). Muchos años
después se editaría un tercer disco con temas que habían quedado afuera en la
edición original.
Instituciones abre el disco. Es un gran tema
progresivo con una profundidad musical y tantos cambios melódicos que evidencia
el salto que García había tenido como compositor y cómo lo habían influenciado
discos como Nursery Crime o Foxtrot de Genesis. A partir de ahí Sui Generis repasa sus más grandes éxitos
a veces con desprolijidad, otras con gran genio, siempre con el sentimiento de
estar tocando para una gran ocasión. El álbum, porque ni siquiera se lo habían
planteado, no tiene sobregrabaciones, tan comunes a los discos en vivo, que son
una suerte de mano de barniz que le da brillo y disimula imperfecciones. Eso le
da una crudeza y un sentimiento únicos y lo transforman además en un documento
creíble. Sui Generis fue el primer paso masivo de la longeva carrera del músico
popular vivo más grande de nuestro país y la fotografía más auténtica de un
generación que empezaba a cuestionarse el aprendizaje de una sociedad en
combulsión.
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