lunes, 3 de enero de 2011

Néstor Kirchner: las palabras y los hechos


En 2003 y tras las muertes del Puente Avellaneda, Duhalde no tiene otro remedio que convocar a elecciones. Movido por el espanto a Menem voto a Néstor Kirchner.
Quedo desde el primer minuto subyugado por el discurso presidencial. La pregunta inevitable era donde quedarían esas palabras a las que seguramente traicionaría.
Sin embargo algunas señales de que el tipo era distinto aparecían. A mí me pareció muy pero muy fuerte que no cambiara una coma de lo que pregonaba en campaña. Es más, se daba la paradoja de que este presidente si cambiaba algo de su dicurso era hacia la izquierda y no hacia la traición a los votos recibidos y a la historia de su militancia y su partido.
El Encuento Literario Sinécdoque (gracias Octavio, Cristian, Patricia, Sabina, Elisa) publicaba en ese entonces la revista Caos que nos sirviera para mostrarnos como escritores. Duró pocos número, apenas tres ni no recuerdo mal. En esa revista publiqué este artículo que reproduzco.
Comparar con lo hechos. Estoy convencido que los sueños no se dejaron en la puerta de la Casa Rosada.


Discurso presidencial

¿Cómo escuchar y analizar un discurso presidencial? ¿Se puede considerar un discurso como punto de partida de una nueva forma de entender el gobierno? Partiendo de la premisa de que también el poder se ejerce desde las palabras y de cómo se las dice, el discurso de asunción del cargo ante la Asamblea Legislativa del presidente Néstor Kirchner tiene elementos que son importantes de destacar. En principio hay que decir que fue más fuerte lo que se dijo que como se lo dijo. Por supuesto que cualquier análisis y su posterior conclusión estarán marcados por la aprehensión y desconfianza que todo lo que venga de la clase política nos provoca. De todos modos, es indudable que más allá de posteriores y casi seguras traiciones o desencantos, un discurso inaugural invita a nuevas esperanzas y expectativas. Después de habernos quemado tantas veces con la leche que siempre da la misma vaca, todavía tenemos fuerzas para volver a tomarla.
El discurso inaugural de Kirchner mostró dos elementos para destacar en primer plano: en principio hace rato que un presidente no cambia el discurso inmediatamente en el momento de asumir, incluso atreviéndose a decir cosas fuertes que en la campaña no dijo; en segundo término hay un gran contraste entre esas definiciones claras y la falta de carisma para expresarlas. Las palabras del santacruceño fueron casi las que hubiera soñado Chacho Álvarez que dijera De la Rúa, el increíble caso de un conservador de domingo en misa que lideró una supuesta coalición de centroizquierda y que desde el primer día se propuso actuar un menemismo más prolijo. Y así nos fue.
“En nuestro proyecto ubicamos en un lugar central la idea de reconstruir un capitalismo nacional que genere las alternativas que permitan reinstalar la movilidad social ascendente.” Esta frase habrá provocado náuseas a los exégetas del capitalismo prebendario y canibalista que lograron que un gobierno peronista hiciera en los noventa lo que no se atrevió la dictadura militar en materia de liberalismo económico. Lo que la Alianza evitó decir en palabras y hechos de gobierno, lo que ningún candidato presidencial con posibilidades de poder dijo en campaña, estuvo en las palabras de Kirchner en su primer día como presidente. El poder económico dominante por estas tierras tiene una mirada sesgada del capitalismo, se ha transformado en su estructura en totalmente transnacional, se olvida del principio fundamental del progreso y del consumo interno como generador de riqueza; su único interés fue y sigue siendo lograr la mayor cantidad de ganancia en el menor tiempo posible pero para girar a las metrópolis.
“El mercado organiza económicamente pero no articula socialmente; debemos hacer que el Estado ponga igualdad allí donde el mercado excluye y abandona.” Otra vez las palabras prohibidas de una clase política genuflexa ante el poder económico. El Estado, desmantelado y despojado de toda riqueza e injerencia en cuestiones importantes, como el verdadero instrumento de cambio social debe volver a ocupar el rol de contrapeso ante la voracidad del mercado. En una economía capitalista, donde el dinero y los instrumentos para tenerlo atraviesan todas las decisiones, es impensable no tener injerencia en por lo menos algunas de sus variables. Kirchner va por más. “Es imprescindible advertir que la tragedia cívica del clientelismo político no es producto de la asistencia social como gestión del Estado, sino de la desocupación como consecuencia de un modelo económico.” En esta frase se muestra blanco sobre negro las fragilidades del discurso acosador de la derecha vernácula sobre cualquier política progresista, dicha no por un político de la oposición sino por el mismo Presidente en el día que asume su cargo.
Podemos decir con respecto al discurso de Néstor Kirchner, que es sólo un discurso, que no ha planteado una revolución social, que se puede afirmar que muchas de sus actitudes y gestos responden a una sobreactuación para generar rápidamente un poder político que todavía no tiene. El lastre del peronismo bonaerense, que querrá cobrar su factura, y ciertas figuras lamentables que no podrá ignorar para lograr hacer pie en el poder, nos siembran de dudas y desconfianzas, nos pone alertas. Pero se puede reconocer sin rubores que hacía rato que un representante de la clase política ya en ejercicio del poder no pronunciaba unas palabras que son el sentido del peronismo histórico y constituyen la base de un proyecto de inclusión social. El tiempo dirá si la leche nos vuelve a quemar.

Mayo 2003

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