Reflexiones
acerca de Claraboya, de José Saramago
I
A fines de
los 80, José Saramago, ya escritor de renombre en el mundo editorial, futuro
Premio Nobel de Literatura, recibe una llamada inesperada. Una editorial se
comunicaba para transmitirle la buena nueva de que revisando sus archivos había
encontrado el original de Claraboya (Clarabóia, en portugués). Escrita en
1953 había permanecido más de treinta años no sólo inédita, sino perdida hasta
para su propio autor. El creador de Ensayo
sobre la ceguera no dudó un instante: se hizo rápidamente de su segunda
novela y rehusó la oferta de la editorial para su publicación. De nada sirvieron
los ruegos de su mujer, la traductora al español de todas sus obras, Pilar del Río, y de su editor, que insistieron en lo que sabían podía ser un éxito editorial seguro: la edición de la
novela perdida y encontrada del escritor portugués más traducido en el
mundo. Saramago lo prohibió en forma terminante, habían pasado más de tres décadas
desde que la había terminado, su tiempo había ya pasado, si querían verla
impresa tendrían que esperar a su muerte. Ni siquiera intentó releerla. Aunque
algún valor le otorgaría porque a pesar de tanto rechazo, no la destruyó.
II
Tierra de pecado es el primer libro publicado por José
Saramago. Editado en 1947, pasó por las librerías sin pena y sin gloria. Para
1953, el portugués fatigaba las editoriales de su país tratando de que alguien
le publicara Claraboya, su segunda
novela. No tuvo suerte. Ni siquiera consiguió una explicación a tantas
negativas, sólo la indiferencia o el silencio. El dolor del rechazo logró que el autor
no escribiera por casi veinte años y que el original
que tenía en su poder se perdiera entre otros papeles. El desprecio a su obra
mutó a humillación, la humillación en dolor, el dolor en silencio. Pero la obra
perdida del portugués tenía muchas felicidades escondidas: una historia que
transcurre en un edificio de una Lisboa gris y bajo la opresión de una
dictadura que no se nombra pero se presiente, un relato coral repleto de
mujeres fuertes y hombres solitarios, una novela novedosa y muy arriesgada para
una sociedad represora y reprimida. Recién hacia fines de los 70 Saramago
volvería a publicar, acompañando su renacer literario a un Portugal que volvía
a ver el sol de las libertades públicas. A partir de allí su carrera su carrera
literaria no conocería límites: éxito editorial, reconocimiento de la crítica, traducciones
alrededor del mundo y finalmente, el Premio Nobel en 1998.
III
En 2010 José
Saramago muere en las Islas Canarias, donde residía desde hacía años. Su mujer
Pilar creó una fundación que lleva el nombre de su ilustre esposo muerto y que, además de algunas obras
filantrópicas, administra el cuidado y la edición de toda la bibliografía del
autor de El Evangelio según Jesucristo.
Esta vez no había nadie que se opusiera a la publicación de Claraboya, el libro perdido y encontrado de una celebridad mundial. Saramago era ya una marca que vendía por sí misma y Alfaguara, aprovechando la publicación de toda la obra del autor, produce en 2011 un enorme impacto editorial editando un texto inédito por casi 60 años de una vaca sagrada de la
literatura. ¿Estaría José Saramago, ese escritor famoso, que estuvo 20 años sin
escribir herido por un rechazo editorial, finalmente feliz de la publicación de
su Claraboya? No haberla destruido,
revivir acaso los sacrificios y desvelos para escribirla, recordar quizás a la
decena de fuertes personajes que la pueblan, decir que no se publicaría jamás
con él en vida, es quizás una respuesta que podría interpretarse de muchas maneras. Me pregunto, además, qué pensarían
otros autores de la publicación póstuma de sus obras. ¿Una última forma de
pedantería o exhibición como a lo mejor sea toda publicación? ¿Un negocio editorial sin medición de valores estéticos o voluntades personales? ¿Una forma de mantener viva la influencia de la obra de toda una vida en la mente de millones de lectores? No está aquí Saramago para contestarlo o, quizás, se encuentre alguna respuesta en la lectura de esta feliz y sorprendente Claraboya, varias décadas después de ser escrita y rechazada.
1 comentario:
Entendible su reacción y modo de proceder: "Si no apreciaron mi obra cuando yo no era nadie, ahora no me vengan conque es genial solo porque lleva mi nombre". Hay ejemplos por docenas de escritores que sacan de la galera obras que escribieron bajo seudónimos pertenecientes a épocas anteriores a la fama. Saramago lo entendió como una forma de burla o auto denigracion.
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