El 22 de septiembre de 2010, Jorge “El Gigante” González, que al momento de su muerte medía 2,32 metros y pesaba 210 kilos, moría en El Colorado, Formosa, donde había nacido y en donde vivía desde hacía unos años. Al día siguiente su hermano Ricardo, que jugaba al rugby en el Bermejo Club, convocó a doce compañeros de equipo para que llevaran el impresionante ataúd hecho a medida al cementerio local. Jorge, de tan sólo 44 años, había muerto acechado por una diabetes feroz, un debilitamiento general de las articulaciones y una falta casi total de movilidad en sus piernas que lo habían postrado en una silla de ruedas. Esto es un breve y triste detalle de su corta e intensa vida.
I
Jorge
González nació en El Colorado, un pueblo de menos de 10.000
habitantes situado entre dos arroyos tributarios del Paraná, el 31
de enero de 1966. Desde muy niño empezó a verse muy diferente a
todos. Hijo de un matrimonio muy humilde, trabajó desde pequeño en
la recolección del algodón y en plena niñez comenzó a aventajar a
los chicos de su edad en volumen y en altura. Con sólo 16 años ya
medía 2,18 metros y en ese pueblo chico, sin atractivos, casi
perdido, llamaba la atención de todos. Por ese entonces, casi de
casualidad, un hombre ligado al básquet de la región, Oscar
Rozanovich, lo ve y al instante vislumbra la oportunidad de reclutar
para ese deporte a alguien con una característica poco común para
el biotipo argentino: un jugador muy por arriba de los dos metros.
Una rareza lista para ser aprovechada.
Casi
de inmediato, “El Gigante”
González, se trasladó a Chaco, en donde comenzó a entrenarse y
jugar en el Hindú Club de Resistencia. Rápidamente empezó a llamar
la atención del mundo del básquet. Las características del jugador
llegaron a oídos del gran León Najnudel, creador de la Liga
Nacional, en ese entonces técnico del seleccionado nacional. Viajó
al Chaco a conocerlo, lo convenció de cambiar hábitos y
alimentación para volverse profesional e hizo los arreglos para
alojarlo en Buenos Aires. Lo fichó en Gimnasia y Esgrima La Plata y
lo cuidó y protegió casi como a un hijo. Al cabo de pocos años, lo
citó a una gira que la Selección hizo por Cuba en donde pudo
debutar en un partido internacional. En ese tiempo, González fue
perfeccionando movimientos, tonificando su cuerpo y agilizando sus
traslados. Estaba casi listo para pegar el salto a las ligas mayores.
El esfuerzo al que sometía a su cuerpo era tremendo, pero daba
resultados a pesar de estar siempre dispuesto a placeres por fuera
del entrenamiento; tenía que luchar con su tendencia al sobrepeso y
al gusto por las salidas y el cigarrillo.
II
En
poco tiempo su ascenso en el básquet fue fulgurante. En 1987 lo
contrató Sport Club de Cañada de Gómez, uno de los equipos pesados
de la Liga Nacional, y el portorriqueño Flor Meléndez, nuevo
técnico de la Selección, lo convoca nuevamente. A pesar de una
lesión en la rodilla que lo tuvo ocho meses parados, participa en el
88 del Preolímpico de Montevideo. Con 2,28 metros de altura, su
presencia fue sensación y los scouters
de Atlanta Hawks, propiedad del magnate Ted Turner, dueño entra
otras cosas de la CNN, no desaprovecharon la oportunidad. Viajaron a
Buenos Aires, tramitaron la visa en tiempo récord y compraron su
pase en apenas 30.000 australes. Una pequeña fortuna para el club
santafesino, unos centavos para un equipo NBA. Casi sin darse cuenta,
Jorge “el Gigante” González era drafteado
y viajaba a cumplir un sueño
imposible para un basquetbolista argentino: el ingreso al mundo de la
liga más grande y espectacular del mundo.
Instalado
en Atlanta se sorprendió un poco; ya no era un fenómeno, casi todos
sus compañeros superaban los dos metros. Incluso la NBA tenía un
jugador más alto que él, el sudanés Manute Bol, de 2,29 metros,
que lo superaba por un centímetro. Lo cosa no sería llegar y jugar,
lo sometieron a una rigurosa dieta y un exigente plan de
entrenamiento. Debía bajar por lo menos 20 kilos y mejorar la
tonificación de músculos y la movilidad, su cuerpo no estaba
preparado para ese nivel de exigencia. No tardó en darse cuenta que
el sacrificio enorme que estaba haciendo no convencía al cuerpo
técnico de los Hawks: nunca fue citado a participar con el equipo.
Después de varios meses de trabajo silencioso empezó a tomar
conciencia que su vuelta a la Argentina sería inminente.
Richard
Kane, el scout que lo viera en Montevideo y lo llevara en una
operación relámpago a Atlanta, pronto se convenció que el destino
del misionero no era el básquet. Distintos estudios médicos le
diagnosticaron una diabetes feroz, graves problemas en sus rodillas
y, lo más grave, una enfermedad que explicaba su cuerpo enorme en
talla y peso. Jorge padecía de acromegalia, también conocida como
gigantismo, una rara enfermedad crónica causada por una secreción
excesiva de la hormona del crecimiento producida por la glándula
pituitaria. Los estragos que provoca la enfermedad se van produciendo
lentos pero inexorables: desfiguración progresiva del cuerpo,
especialmente de la cara y las extremidades, con crecimiento
desproporcionado del rostro, pies y manos. Sumado a esto van
apareciendo otros graves trastornos: agrandamiento de vísceras y
órganos, dolores musculares y articulares, fuertes dolores de
cabeza, hipertensión, diabetes, impotencia sexual. Un cóctel de
calamidades muy difícil de soportar. “El
Gigante” González no era sólo un
fenómeno extraño y anómalo. Era una persona enferma de gravedad, y
con un pronóstico de vida difícil y que podía llegar a ser muy
corto.
III
III
La
franquicia de Turner no estaba dispuesta a perder ni un centavo de
sus inversiones, sean estas grandes o pequeñas. El multimillonario
era dueño, además, de la cadena televisiva TNT, que entre otras
atracciones transmitía el Campeonato Mundial de Lucha, la famosa
WWC. Para 1989 la lucha libre era muy popular en Estados Unidos, una
mezcla de deporte y espectáculo circense, que congregaba multitudes
y tenía una audiencia global. Richard Kane le ofreció a González
un muy buen contrato de varios años para que dedicara a pelear en la
WWC. Aceptó de inmediato lo que era una salida casi perfecta a su
situación. Se aseguraba un ingreso en dólares que le solucionaba
varios problemas y le permitiría ayudar a su familia, que seguía en
la pobreza de El Dorado. Se terminaba, además, con la tortura de
exigirle a su cuerpo un esfuerzo que lo estaba consumiendo.
Abandonaba para siempre el básquet, el deporte que lo había sacado
de la más extrema pobreza y lo había hecho sentir importante. No
pisaría un piso de parquet nunca más en su vida.
Adiestrado
por un ex luchador profesional, en 1990 debutaba en la WWC con el
nombre de “Giant”
González transformándose en un verdadero
fenómeno. Era el luchador más alto del campeonato y a lo largo de
seis años recorrió, en una vida casi de rockstar,
todo Estados Unidos y varios países de mundo peleando más de 1.400
peleas, de las cuales sólo perdió tres. Usaba un extraño traje que
le simulaba músculos marcados y se dejó crecer la barba. Se había
convertido en una verdadera estrella de la lucha, a pesar de no poder
materializar en grandes contratos semejante suceso. En el 93 firma
contrató con la WWF, la liga rival en la que peleaba, con un mejor
contrato. Pero sus performances habían bajado mucho de nivel y
decidieron despedirlo apenas un año después. “Giant”
González se encontró sin trabajo y a la deriva.
Aceptó un contrato para pelear en Japón y en el 94 debuto en ese
país con gran suceso. Sin embargo, su cuerpo enfermo empezó a
pasarle facturas. En una de las peleas sufrió un desmayo por
lipotimia y los médicos fueron terminantes, la diabetes estaba en un
punto crítico y debía abandonar la actividad.
IV
IV
Solo,
enfermo, con la pequeña fortuna ganada despilfarrada, en 1996 Jorge
González volvía a la Argentina y al El Dorado. Recluido en su
pueblo, decidió administrar los ahorros que le quedaban para tratar
de sobrevivir lo mejor posible. Compró una casa y le hizo adaptar
todas las aberturas para que su cuerpo se traslade con mayor
comodidad. Sin trabajo, sin atención médica, sin ingresos fijos, se
dedicó a dejar pasar las horas y los días. Sabía que su enfermedad
lo iba a deteriorar cada vez más, le habían dicho que el promedio
de vida para los que sufrían de acromegalia era de alrededor de 45
años. Los problemas físicos comenzaron a acumularse; se transformó
en insulinodependiente, su visión sufría un grave deterioro al
punto de quedar casi ciego de un ojo, una artrosis progresiva y los
problemas de rodilla lo dejaron casi inmovilizado, obligado a usar
silla de ruedas. Entrado el nuevo siglo su estado emocional, físico
y económico comenzó a caer en un declive inexorable.
Gracias al aporte de varias personalidades de Formosa y la difusión
que tuvo en varios medios deportivos su situación, “El Gigante”
tuvo alguna ayuda que permitió amortiguar un poco los pesares de sus
últimos años de vida. El mundo del básquet, a través de la
Confederación, también acercó su ayuda, con donación de ropa,
calzado y algunos electrodomésticos. Pero su situación ya era
irreversible. Con poco más de 40 años, internado en un hospital
público de Chaco, acechado por la diabetes y muy deteriorado
físicamente, moría casi en soledad.
VEn sus últimos años había dado algunos reportajes contando su derrotero y su situación actual. Una nota muy comentada que le dio al noticiero Telenoche poco años antes de morir, concluía con una definición perfecta de su vida: “No voy a encontrar jamás mi lugar, no en la sociedad que vivimos, este mundo no está hecho para un hombre de dos metros y treinta centímetros”. Al momento de su muerte había superado su propia marca. Ese 22 de septiembre de 2010, con 44 años, medía 2,32 metros. Un gigante argentino, en un triste y solitario final.
2 comentarios:
Hola! muy interesante! como que tengo un recuerdo muy diluido de haberlo visto en el programa de Susana Gimenez; cuando era chico.Es una historia muy cinematográfica.Pero viendo el video de la pelea contra el Undertaker me di cuenta que el traje que le pusieron a Jorge (DURANTE LOS 90) se parece a unos titanes de un manga del 2009.¿Acaso el autor del manga se baso en la imagen de jorge cuando peleaba en jAPON?
Todo pudo haber sucedido. Desconocía en el hecho de que había estado en el programa de Susana Giménez. Habría que buscar ese vídeo.
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