viernes, 27 de abril de 2012

La llave de luz


 Busqué en la oscuridad palpar la llave de la luz. No la encontré. Sentí una pequeña alarma de los sentidos. Era un movimiento mecánico, instintivo, casi animal. Extiendo el brazo derecho, todavía acostado, abro la mano y mi dedo índice aprieta la tecla. Pero no había tecla.
Me incorporé. Mis  pies desnudos sintieron el frío del piso. Tampoco había alfombra.
La penumbra grisácea y nebulosa, a la que mis ojos empezaban a acostumbrarse, me dejaba entrever o adivinar una habitación con forma de cápsula o cabina.
Tuve miedo. Tuve frío. Tuve ganas de gritar.
Tratando de no hacer el más mínimo ruido, me vuelvo a meter en la cama y cierro los ojos. Rezo para que el sueño vuelva otra vez.

La computadora estaba encendida y el texto parecía todavía vivo. Sé que Juan Carlos lo dejó adrede para que yo lo lea. Voy a despertarlo.