lunes, 8 de octubre de 2012

Vinilo VIII - Duke


El cambio de década –fines de los setenta-significó para la mayoría de los grupos de rock progresivo una sentencia de muerte casi segura. Desde las postrimerías de los sesenta habían reinado formando parte de un subgénero –rock sinfónico, teatral, o como quiera que se lo llamase- que había tenido prestigio y éxito, apoyados en la formidable formación musical de sus integrantes y en su increíble exigencia e imaginación para crear discos con pretensión de clásicos. Promediando los treinta años de edad muchos de estos músicos estaban en peligro de extinción ante el avance del punk, por ejemplo, entre otras nuevas olas. Muchas bandas, como Yes, habían crecido mirándose el ombligo y ante el cambio de época les resultó difícil pegar una volantazo en su estética.
Este cuadro de situación tuvo algunas excepciones, de las cuales la más notoria fue Genesis. La banda de Tony Banks, Mike Rutherford y Phil Collins –en vivo apoyados por Chester Thompson y Daryl Stuermer- había empezado a desarrollar un costado pop, simplificando algunas de sus canciones y construyendo ante el horror de la crítica especializada y la de sus fanáticos más conservadores, éxitos radiales de tres minutos y medio como Follow you, follow me (1978), que los posicionaron de otra manera ante los vientos de cambio.



Como paso decisivo de esa transición, en 1980 Genesis despide toda una época con un gran álbum: Duke. Tony Banks, columna vertebral del sonido de Genesis, siempre ha dicho que es su disco favorito de la banda y tengo para mí que su voz autorizada no puede ser muy discutida. Duke es un disco fantástico donde está todo el Genesis que se despide y todo el Genesis que empieza a recrearse de cara a los ochenta. Toda comienza con una obertura optimista que deriva en Behind the lines.La batería de Collins suena potente acompañando los acordes sinfónicos de Banks y cuando comienza a cantar el baterista, todos nos damos cuenta que se ha convertido en un cantante de verdad, por momentos un crooner. En Duchess y en Guide vocal lo confirma logrando su mejor performance en ese rol.
Cada uno de los integrantes de Genesis aporta dos temas de autoría propia. Rutherford está presente con Man of our time, donde la banda suena potente, con fuerza, arrolladora, y Alone tonight, una balada típica de Genesis con un estribillo lleno de sentimiento. Banks, el gran Banks, firma Heathaze y Cul-de-sac, dos gemas de la música progresiva con una delicada melodía que lleva con mano maestra en los teclados. Y por último la sorpresa. Phil Collinsaporta los dos primeros temas firmados en solitario. Misunderstanding y Please don´t ask. El genial baterista había estado componiendo en solitario en un estudio casero y le llevó a sus compañeros ese material para que eligieran algo para Duke. El resto fue a parar al primer disco solista de Collins, Face Value. Banks asegura hasta el día de hoy que no escuchó In the air tonight, de lo contrario no se lo perdonaría.

El trío se muestra más potente, genial, imaginativo, progresivo y auténticamente Genesis que nunca en la sección instrumental final Duke´s travel y Duke´s end, que retoma los acordes de la obertura del disco para darle un cierre conceptual a un verdadero discazo. En la exitosa Turn it on again, Genesis juega con los acordes rockeros de Rutherford y la fenomenal batería de Collins a contrapié de la melodía para gestar un hit indeleble. La gira que los reuniera en 2007 llevaba el como nombre a este tema.

Duke es un álbum de despedida. En 1981, con Abacab, Genesis cambiaría productor, sonido, temática e imagen para reinventarse. En Duke, Genesis es esencialmente Genesis, el que fue y el que será, en un disco que durante mucho tiempo se perdió en su discografía y que cada vez está más presente. Sólo hay que saber buscarlo, escucharlo y dejarse encantar.
               

viernes, 27 de abril de 2012

La llave de luz


 Busqué en la oscuridad palpar la llave de la luz. No la encontré. Sentí una pequeña alarma de los sentidos. Era un movimiento mecánico, instintivo, casi animal. Extiendo el brazo derecho, todavía acostado, abro la mano y mi dedo índice aprieta la tecla. Pero no había tecla.
Me incorporé. Mis  pies desnudos sintieron el frío del piso. Tampoco había alfombra.
La penumbra grisácea y nebulosa, a la que mis ojos empezaban a acostumbrarse, me dejaba entrever o adivinar una habitación con forma de cápsula o cabina.
Tuve miedo. Tuve frío. Tuve ganas de gritar.
Tratando de no hacer el más mínimo ruido, me vuelvo a meter en la cama y cierro los ojos. Rezo para que el sueño vuelva otra vez.

La computadora estaba encendida y el texto parecía todavía vivo. Sé que Juan Carlos lo dejó adrede para que yo lo lea. Voy a despertarlo.

martes, 27 de marzo de 2012

Vinilo VII - Ghost in the machine




En 1981 The Police estaba a mitad de camino de varias cosas. Ya no era la banda neo-punk comandada por un bajista carilindo, pero tampoco era una megabanda de grandes estadios en la cúspide de su carrera. Sin embargo, el grupo tenía un motor que lo hacía más que interesante; habían emprendido junto al legendario productor Hugh Padgham, una búsqueda artística inquieta y en algunas oportunidades hasta arriesgada.


Todas esas aristas se ven claramente en Ghost in the machine, disco de 1981, antesala del multipremiado y multivendido Synchronicity. Hay otra atmósfera en los temas y el uso de los teclados y algún sintetizador, hábilmente mezclados por Padgham, lograron darle al disco un sonido especial que la clásica formación guitarra-bajo-batería estaba ya muy limitada de darle. El trío de canciones que abre el disco -Spirits in the material world, Every little thing she does is magic y Invisible sun- lo demuestra. En los dos primeros temas hay un aire casi sinfónico provocado por los teclados, pero la experimentación y el riesgo se ven claramente en Invisible sun, sin dudas la gema del disco. En Demolition man, Andy Summers experimenta con la guitarra más allá del clásico formato de canciones de la banda. En la sección instrumental del tema los tres se permiten explorar dentro de la estructura de la canción.




En la cara dos del vinilo The Police juega con su costado más punkie y Steward Copeland, uno de los más extraordinarios bateristas que dio el rock, se luce, especialmente en la fantástica One world (not three), donde muestra toda su destreza con un golpe fantástico acompañando la línea de bajo de Sting.Too much information y Rehumanize yourself muestra al trío en gran forma: Sting-Copeland-Summers en estado puro y aceitados como nunca. Ghost in the machine es el paso vital, arriesgado y necesario que la banda hace antes de tomar el cielo por asalto. Después vendría Synchronicity y ya nada, para bien y para mal, seguiría siendo igual.

lunes, 26 de marzo de 2012

El cobrador



Este texto fue redactado por mí en unas de las clases del Taller Literario coordinado por Octavio Echevarría.

A Roberto Arlt

Difícil tarea la del cobrador. Su cara era la cara menos deseada de ver toda la empresa. Había otra más interesante, más estelar, más visible: la de los vendedores. Ellos sí se llevaban todos los logros. Una libreta de anotaciones, una lapicera, una sonrisa llena de dientes y a vender ilusiones, promesas de ganancias, asegurar con la mayor convicción o caradurez que si compraban tal cantidad de tal producto el éxito estaba a la vuelta de la esquina. Él era la contraparte, el revés de la trama, la cara de las malas noticias. Era el cobrador, el tipo indeseado que pasa a llevarse lo que supone estaba para ganar.

Estaba harto de poner cara de perro para recibir sólo reclamos, excusas o puteadas. Y nada de reconocimiento. Al final del día siempre lo mismo. Las piernas cansadas, la garganta seca, el rictus serio pegado a los gestos, y siempre el mismo sueldo pobre, básico, pelado, corto, sin las atractivas comisiones que se llevaban las estrellas de siempre: los vendedores.
Así que no lo pensó más. Imaginó este modus operandi. De modo sigiloso, sin excesos, de manera selectiva y en silencio, se guardaría entre un quince y un veinte por ciento de las cobranzas semanales para formar una caja persona que le permitiera reforzar sus ingresos. Si lo hacía de manera prolija, pedaleando y dibujando las rendiciones, podía darse algunos lujos prohibidos: alguna ropa lujosa, alguna chica cara, alguna salida impensada. 
Mientras todo se mantuvo en esos parámetros –duró meses el engaño- nadie se percató de la aceitada bicicleta financiera de nuestro cobrador. Si alguien le reclamaba un pago atrasado, regularizaba los más viejos y seguía adelante. Nada podía ser más fácil. Hasta que dejó de serlo.
De golpe la caja personal se desbocó, él mismo había perdido la cuenta de las cobranzas de algunos clientes y el Departamento de Legales empezó a acercarse peligrosamente hasta su puerta. En ese momento su tan prolijo plan comenzó a resquebrajarse.
Cuando la abogada de la Cía. lo esperó en la puerta de su oficina invitándolo a pasar a la sala del Directorio para una reunión, lo comprendió todo. Acelerado, se abrió paso entre los empleados. Al abrir la puerta de la gerencia, encristalada de vidrios japoneses, quiso retroceder; comprendió que estaba perdido, pero ya era tarde. Con el puño derecho todavía ensangrentado por los fragmentos de cristales destrozados, sólo atinó a gritar: “Que no se entere mi familia”.

Los empleados de seguridad ya corrían por los pasillos cachiporras en mano.